Después de un
viaje por Turquía, me da por buscar cerca algo más de este país que –según
repiten todas las guías- está en medio de Europa y Asia, de la tradición y de
la modernidad, de Occidente y del islam. ¿Qué hay en Madrid que permita conocer
este lugar peculiar, plagado de mezquitas, comercios sumergidos, gatos
callejeros y mujeres de cejas pintadas? Seguramente, mucho más que los
consabidos comederos de kebaps.
Turquía: un país de contrastes |
Empiezo por
visitar la Casa Turca, cerca del
Bernabéu, que sin ánimo de lucro lleva promocionando la cultura de Turquía
desde 2006 por medio de muestras fotográficas, pases de pelis, jornadas,
presentaciones de libros y concursos culinarios. La primera forma de ver un
país son las exposiciones de fotos, y la primera cara que nos muestran de Turquía son, esencialmente, sus mezquitas. Símbolo religioso y
paisajístico por excelencia, dicen que hay unas 3000 sólo en Estambul; hay muchas,
muchísimas, una por calle, incluso una en cada zona industrial, y hay tantas
que a veces mientras estás paseando se mezclan entre ellos varios cánticos que
llaman a la oración. Pero obviamente ninguna fotografía ampliada colgada en un
museo puede darnos la misma sensación que dan las mezquitas por dentro: las inmensas
bóvedas repletas de caligrafía, los grandes espacios alfombrados o las preciosas
cerámicas de los santuarios del rezo. Eso, me temo, hay que ir a verlo (o
visitar alguna de las seis mezquitas que hay en Madrid, como la de Estrecho, no
tan impresionantes como la Mezquita Azul,
me temo).
Interior de la mezquita de Santa Sofía |
La cultura
turca despierta aquí un interés más profundo que sus meros paisajes. Si tiramos
de agenda podemos ver conciertos, conferencias –muchas impartidas en
colaboración con la Casa Turca-,
recitales de poesía y pases de pelis. La Caixa alguna vez ha rescatado alguna de la
pintura turca moderna abstracta, ésa donde los colores han suplido a los
rostros por ya sabéis qué herencia del severo arte islámico. Hay por la ciudad baños
turcos, por supuesto. Y la música turca puede escucharse de cuando en cuando en
centros como el Persépolis o la Casa Sufí Persa,
mezclada incluso con flamenco. Nuestro pasado árabe de madrileños nos tira.
También lo
hacen otros aspectos más espirituales. Recuerdo una exposición sobre los derviches que se hizo en Canal.
Era una muestra de fotos de Isabel Muñoz que, por medio de las imágenes y de una
ingeniosa colocación y recursos tridimensionales, trataba de transmitir la
espiritualidad de la práctica de los hombres giratorios. La fotógrafa fue a retratarlos
a Turquía y, viendo que allí era demasiado turístico, prefirió ir a Siria.
Efectivamente, en Turquía esta tradición que anda entre la meditación y el
faquirismo, que parte de la rama más abierta del islam, se usa ya como reclamo pesetero.
Algunos de los religiosos, para financiarse, llegan al trance en directo por
quince pavos. Paradojas de las sociedades con tantos contrastes, o una
curiosidad que en Madrid también puede verse.
Derviches giradores o mevlevíes en Estambul |
Pero basta de
museos: como de costumbre, hay que ir a Lavapiés para conocer una cultura de
este tipo sin vitrina de por medio. La comida turca va más allá del kebap. Especiada,
influenciada por el Mediterráneo, es abundante en verduras y arroces y poco
marinera; hay arroz envuelto en hojas (sarma),
hay verduras rellenas de carne o dolmas,
y el omnipresente kebap es más que un simple plato fast food y puede llevar berenjenas y otras verduras, además de la
carne picada. Y existe una obsesión turca por el té. Un dulzón çai de manzana o cualquiera de las otras
muchas infusiones alivian la pesadez del cordero o las –deliciosas- sopas de
legumbres. Se puede probar en las muchas teterías turcas que llenan Madrid.
Aparte de los
establecimientos de kebap y las casas de té, proliferan ahora los
establecimientos especializados en dulces árabes (populares aquí debido a que
nuestros propios dulces son sus descendientes). En los postres turcos predominan
el hojaldre, la miel y los frutos secos. Las célebres delicias turcas son pura
chuchería; yo me quedo con el yogurt y, sobre todo, con los pasteles, como el baklava.
Empalagoso, con textura espesa de capas y pistacho, del todo delicioso. Hay
pastelerías por todo Madrid, desde Gran Vía a Lavapiés, y pueden obtenerse en
lugares como el zoco árabe que todos los viernes y sábados se monta junto a la mezquita
de la M30.
Bazar de las Especias en Estambul |
Y si seguimos
por el Rastro, por ejemplo, encontramos más Turquía. Imaginando la ruta del
Gran Bazar de Estambul y buscando mucho podemos tropezar con los tesoros más
preciados por los turistas: joyas turcas, cuero, alfombras, amuletos, ojos de la
buena suerte. Recordando el Bazar de las Especias, también podemos acceder a
estas joyas polvorientas (cilantro, azafrán, pimienta…) en muchas tiendas de
Madrid, de productos procedentes de países asiáticos o musulmanes. Eso sí:
resultará difícil encontrar en la capi aquellos grandes botes de sabandijas que
se venden tranquilamente en el mercadito de los animales, al lado del de las
Especias, en la zona comercial estambuleña.
Un
grupo de kurdos protestan frente a la embajada de Turquía en Madrid, con
banderas con la imagen de Ocalan, en aopyo a la huelga de hambre de presos
kurdos en Estambul. Noviembre de 2012.
|
El colectivo turco en Madrid no es de los más grandes: apenas aparece la nacionalidad turca entre las treinta más comunes de la población extranjera en España. Según un informe de la Embajada Turca de hace unos años, hay (contando inmigrantes, erasmus, etc.) unos 5.000 turcos en España.
De esta minoría, la sociedad kurda es aún menor, pero haberla, hayla. Existe el Colectivo de solidaridad
con el Kurdistán e incluso una publicación, la revista Actualidad Kurda, donde puede
leerse noticias en español. En ella los autores reflejan sus deseos de ver el
Kurdistán como país independiente, defienden su idioma y retratan la realidad
desde su prisma, centrándose en la represión a los ciudadanos kurdos (con noticias
como la actual huelga de hambre de 776 prisioneros kurdos en Turquía apoyando al líder kurdo Abdulá Ocalan). Publicaciones como éstas nos acercan la voz de uno de los bandos de este conflicto -acerca del que una mujer turca, al preguntarle, me explicó que la represión a los kurdos "no existe", que los kurdos "tienen su lengaje propio, sus escuelas, incluso su partido y sus líderes"... pero que el mismo Noam Chomsky resume como una violación de derechos humanos-.
Estambul |
Todo esto es sólo un poco de Turquía. El resto hay que
ir a verlo.
Artículo y fotografías de Diana Moreno
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